Entre Compases y Versos: La Inolvidable Odisea de la III Cumbre Flamenca en Japón

En la III Cumbre Flamenca de Japón, enfrentamos desafíos inesperados: desde esperar la confirmación del legendario Shoji Kojima hasta resolver un entuerto cultural por un haiku sobre zapatillas flamencas. Nuestra aventura culminó con una recitación poética que, a pesar de un cómico giro de eventos, demostró la universalidad del arte y la amistad.

Antonio Gil de Carrasco

2/25/20242 min read

La III Cumbre Flamenca de Japón fue una aventura que bien podría haberse titulado "Cómo el flamenco conquistó Japón y me puso a prueba". La odisea comenzó con la esperada confirmación de Shoji Kojima, quien parecía estar jugando al escondite emocional con nosotros. Después de mantenernos en vilo, como quien espera el desenlace de una novela de Agatha Christie, aceptó con una condición que me catapultó de organizador a poeta flamenco: debía escribirle un poema. Ahí estaba yo, armado con mi pluma, enfrentándome al desafío como un torero ante el toro, recordando los buenos tiempos con Yoko Komatsubara.

Luego vino el pequeño terremoto cultural provocado por el cartel de la Cumbre. Chiaki Horikoshi, cuya habilidad para pintar zapatillas flamencas solo es superada por su cante jondo, se encontró de repente en un duelo artístico no declarado cuando decidimos adornar su obra con un haiku sobre el Sherry. La decisión fue recibida con menos entusiasmo que un plato de sushi en una feria de jamón ibérico. Chiaki, manteniendo su compostura japonesa, nos dejó adivinar su descontento, que logramos aplacar con un simple cambio de ubicación del haiku. Su risa, al final, fue un recordatorio de que, en el fondo, todos buscamos el mismo aplauso, ya sea en un tablao flamenco o en un estudio de arte.

Michiko Takahashi, por otro lado, se convirtió en la musa inesperada de esta saga, invitándome a plasmar mis reflexiones poéticas en un barril de Sherry. Allí estaba yo, en el Sherry Club de Ginza, escribiendo versos que buscaban tender puentes entre España y Japón. Esta colaboración no solo cimentó nuestra amistad, sino que también me dio la oportunidad de dejar una marca perdurable, tanto en el club como en el corazón de Michiko.

El acto final de este drama cómico-literario llegó con la recitación de "La cogida y la muerte", donde la intervención no intencionada de Teresa Iniesta nos llevó por un viaje de Lorca a Espronceda sin escalas. La mezcla de versos, tan inesperada como un giro en una rumba flamenca, me obligó a improvisar sobre la marcha, demostrando que los años en el flamenco me han preparado bien para cualquier escenario. La mirada que lancé a Teresita podría haber descongelado el monte Fuji, pero seguimos adelante, encontrando en el error una oportunidad para la creatividad.

Al final, el elogio de Michiko, "Antonio, lo has bordado", fue tanto un testimonio de la recitación como de nuestra capacidad para encontrar la belleza en la imperfección. Esta Cumbre no solo fue una celebración del flamenco, sino también una lección en la importancia de la adaptabilidad, el humor y la amistad que trasciende culturas. Y mientras el último eco de mi voz se perdía en la sala, supe que esta experiencia sería una de esas historias que contaré una y otra vez, posiblemente con un buen vaso de Sherry en la mano.

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